- ¿Qué quieres?
- ¡Qué vengas!
- ¡Ya voy!
Con desgano me levanto y arrastro los pies hasta el umbral de su puerta. Él yace en la cama, un libro abierto en su mano, el rostro vuelto hacia la ventana. La pequeña lámpara de noche apenas le ilumina el torso y parece suspendido en la nada. Sonríe en la pobre luz y voltea a mirarme.
- Ven, acércate. Lo dice con dulzura. Aún así dudo, me resisto.
- ¿Qué quieres, dime?
- Mostrarte algo. Ven, rápido. De mala gana me aproximo.
- ¿Dónde?
- Allí, corre un poco más la cortina.
Entonces descubro la luna llena en el patio, amarilla sobre los mangos. El viento balancea las copas y ondea las hojas en un mar blanquecino, de otro mundo. Más allá un gato en la pared del lindero, se detiene. Sus ojos centellean y dirigen su fuego hacia los míos.
- Hermoso, ¿verdad?
No respondo, simplemente bajo la cabeza. Quiero retener algo de este nuevo calor que acelera mi sangre y la atropella en las mejillas.
Cuando vuelvo de nuevo el rostro a la ventana, el animal se ha ido y la luna está un poco más alta, más chica, más blanca. El viento ha cesado y los árboles yacen quietos y oscuros.
Él se ha dormido. Con cuidado retiro el libro de su regazo, apago la pequeña luz y me quedo un rato en la oscuridad. Mis ojos se acostumbran a las sombras y poco a poco reaparece su silueta frente a mí. Inclino el cuerpo hacia él y acerco mi cara a la suya. Su aliento aletea en mi frente cálido, leve.
También él es hermoso.
M.G.L
(Ejercicio para curso, Madrid 27/03/2006)
"Your Personal Moon Project"