allá en el extraño cementerio de Lofoten.
El tic tac del lejano reloj del deshielo palpita
en el corazón de los tristes ataúdes.
Y gracias a las grietas que el entretiempo forja,
con fría carne humana los cuervos se han cebado.
Y gracias a la tenue brisa que hila voces de niño,
el sueño es dulce para los muertos de Lofoten.
Probablemente no veré de nuevo
el mar o las tumbas de Lofoten.
Sin embargo, hay algo en mí que me hace amar
este lejano rincón y sus congojas.
Vosotros suicidas, extranjeros, desaparecidos
del extraño cementerio de Lofoten
(el nombre resuena en mis oídos, tan lejano, tan dulce)
decidme en verdad: ¿dormis, dormis allí?
Bien podríais contarme historias más amables;
clarete que en mi copa de plata
rebasas anécdotas alegres y menos alocadas.
¡Déjadme tranquilo con vuestro eterno Lofoten!
Hace buen tiempo y en el fogón leve se cuese
la voz del más melancólico de entre los meses.
¡Ah, Los muertos, los muertos de Lofoten!
En el fondo los muertos lo están menos que yo.
Oscar Vladislas de Lubicz Milosz
(Tomado, mezclado y versionado por M.G.L. de tres fuentes distintas:
http://www.angelfire.com/zine/cas/milosz.html,
http://www.polonia-es.com,
http://www.arrakis.es/~joldan/milosz.htm)
Bajo la copa - Foto de Seryo
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