Sobre la alegría
no hay
mucho
que decir, se las arregla sola. La pena
sin embargo, es cuando la película
de la alegría
se rompe —y hay que encender
la luz
en el salón. El proyeccionista
es el hombre
al que entonces le gritan:
¡Hijo puta!
Poema, enero 1992
Jan Erik Vold
traducción de Francisco Uriz
(Tomado de: http://www.casadeltraductor.com)
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